miércoles, 3 de junio de 2009

Chéjov - Levitán

Los veranos en Bábkino resultaban para los Chéjov tanto más agradables y alegres como que tenían como vecino a su antiguo amigo, Isaak Levitán, pintor de origen judío, quien años atrás fue condiscípulo de Nicolás Chéjov en la Escuela de Bellas Artes, de Moscú.

Tanto Chéjov como Levitán aprovechaban al máximo la espléndida naturaleza de Bábkino. Antón escribía, Isaak pintaba. A Chéjov le gustaban los cuadros de su amigo; Levitán no se cansaba de admirar las poéticas descripciones de la naturaleza que a menudo aparecían en los cuentos de Antón Pávlovich.

La admiración de Levitán se extendió a la hermana de Antón, Masha. Un día, al encontrarla sola en el bosque cercano, se cayó de rodillas delante de ella y le declaró su amor. María corrió a su casa, se refugió en su habitación y no apareció para el almuerzo. Antón fue a verla y al enterarse de lo sucedido le dijo: “Si tú quieres casarte con él, cásate. Pero sabe que él necesita una mujer balzaciana y no una mujer como tú.” Durante una semana María trató de eludir a Levitán y éste, comprendiendo su respuesta negativa, deambuló por los alrededores, taciturno y melancólico. Poco a poco se reanudaron entre ellos sus relaciones amigables de siempre y él volvió a corregirle los bocetos.

La amistad entre el pintor y la familia Chéjov se interrumpió bruscamente a causa de una novela corta de Antón que la revista literaria “Norte” publicó en 1892.
La novela se llama “La cigarra” y sus protagonistas son el médico Dímov, su esposa Olga y el pintor Riabovsky. A Olga le gustan los hombres destacados, talentosos, que ya tienen cierto nombre. Estos se reúnen una vez por semana en la casa del matrimonio Dímov, tocan el piano, recitan versos, hablan y discuten sobre el arte. El dueño de casa rara vez toma parte en estas pláticas. Generalmente prepara la mesa y a las once y media de la noche abre la puerta del comedor y con su bondadosa y mansa sonrisa dice, frotándose las manos: -Por favor, señores, pasen a tomar bocado-
En verano Olga parte con un grupo de pintores a la región del Volga, donde vive un romance con Riabovsky. De regreso a la ciudad, su relación con el pintor continúa todavía durante un tiempo, mientras su marido, dándose cuenta de la situación, la trata con una magnánima pero callada piedad. Riabovsky a su vez la engaña con otra mujer y Olga, amargada y desilusionada, decide volver a la feliz y natural vida de antes. Pero es tarde: Dímov contrajo en el hospital una grave enfermedad y muere, a pesar de los cuidados de sus colegas. Estos le revelan a Olga que su marido era un gran médico y que la medicina perdía con él una futura celebridad.

Es que en la vida real sucedió algo muy parecido. Sofía Petrovna, esposa del médico de policía Dimitry Kuvshínnikov, recibía en su casa moscovita a músicos, pintores, actores y escritores. Los hermanos Chéjov eran sus frecuentes huéspedes. Levitán le daba a la dueña de casa clases de pintura. En verano un grupo de pintores partió hacia las orillas del Volga. Con ellos fueron Levitán y su alumna, Sofía Petrovna. Al año siguiente se repitió la prolongada excursión y las relaciones entre Levitán y su discípula se tornaron transparentes.

Cuando “La Cigarra” de Chéjov fue publicada, Levitán se reconoció en el personaje de Riabovsky y su enojo fue tan grande que tenía el propósito de desafiar a Antón Pávlovich a duelo. No lo hizo, pero las relaciones entre los dos íntimos amigos quedaron rotas y esta ruptura duró más de dos años.

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